Actualizado el jueves 16/MAY/24

Formación católica

Redención.

Redención quiere decir rescate, porque Cristo vino al mundo a sufrir y morir por nosotros los hombres para redimirnos, rescatarnos de las manos de Satanás que, con el pecado original y los demás pecados, nos había hecho prisioneros.

Si no creemos que Satanás y los demonios existen, entonces estamos fuera de la Iglesia Católica, porque es un dogma que el diablo existe y es un ser personal y junto con él hay ilimitada cantidad de otros demonios, que actúan en al mundo, atormentando almas y cuerpos.

Porque si el demonio no existe, entonces Cristo ¿de quién nos vino a salvar? Por eso el diablo sabe que si se niega su existencia, o al menos pasa desapercibida, es más fácil vencer a los cristianos, porque solo les queda el nombre de cristianos, pero ya no son combatientes contra las fuerzas del Mal.

Si a Dios se le llama el Dios de los Ejércitos, es porque hay ejércitos, y entonces hay guerra.

Dios combate contra Satanás, y los hijos de Dios debemos combatir contra la Serpiente y sus secuaces, porque tenemos que ser otros cristos, salvadores como Jesús, redentores como Él y con Él. Y eso lo logramos con la oración y el sufrimiento, armas que usó el Señor y nosotros no podemos usar otras diferentes.

 

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Necesidad de la formación

No basta con llevar una intensa vida interior. Si deseamos que nuestra vida espiritual no degenere en "sensiblería", se requiere una seria formación en el campo de la doctrina. Cristo es Vida pero también es Verdad y Camino. Si unimos la "vida espiritual", la "verdad doctrinal" y el "obrar moral", seremos sin duda fieles y enteros discípulos de Cristo.

Todos los cristianos, sobre todo los que anhelan ser militantes, tienen la grave obligación de conocer lo mejor posible las verdades de la Fe. No se puede amar lo que se desconoce. En este sentido exhortaba San Gregorio Magno: "Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor aspires a las cosas eternas." Debemos frecuentar las Sagradas Escrituras, los escritos de los Padres de la Iglesia, los documentos del Magisterio eclesiástico, las obras de los doctores de la Iglesia (especialmente Santo Tomás de Aquino), los libros de los santos y grandes maestros de la moral, el dogma y la espiritualidad. Sólo acudiendo a estos faros seguros de la fe no caeremos en las modernas celadas de los falsos profetas que promueven el cambio en la fe, la duda o el agnosticismo.